El Reino Unido se prepara para salir del mercado único europeo y el puerto de Dover se ha convertido en un caos.
Según AFP, la exportación se encuentra en primera línea para enfrentar las consecuencias del Brexit, a pesar del acuerdo comercial concluido entre Londres y Bruselas que exonera al país de aranceles y cuotas. La agencia, KSI Port Link Ltd, situada en los accesos al principal puerto comercial del canal de la Mancha, vivió años apacibles al ritmo de los ferris con destino al puerto francés de Calais. Pequeñas y medianas empresas locales le entregaban manzanas, componentes electrónicos o telas para enviar al continente.

Su trabajo era principalmente logístico con garajes de camiones, empaquetado y ciertas formalidades. De la noche a la mañana, para Karen Strand es igual de complicado trabajar con la vecina Europa, a 20 kilómetros al otro lado del canal, que con Australia.

El periodo de transición de once meses que permitía al Reino Unido adaptarse a las reglas comerciales de la Unión Europea, tras el Brexit el pasado 31 de enero, toca a su fin el jueves a las 23:00 hora local y GMT, medianoche en Bruselas. Para las importaciones, «nuestros clientes deben descargar un nuevo documento para Reino Unido». Pero para las exportaciones, «ahora debemos tratar con 27 países diferentes», se desespera Karen Strand.

El mayor cambio para la agencia y sus clientes es la «garantía de tránsito», que ahora es obligatoria. Se trata de una suma de dinero virtual exigida por el país de tránsito «tan pronto como un producto británico pisa el continente europeo», como garantía en caso de posibles impagos o irregularidades aduaneras.

Desde la apertura por la mañana, ya hubo 25 llamadas y unos treinta emails solo a este respecto, según la agente aduanera. Desbordada, Karen Strand ha terminado por crear una respuesta automática en sus emails disculpándose por no poder satisfacer todas las demandas inmediatamente. «Por lo general, nuestra profesión de agente de aduana es ayudar, esto es doloroso», comentó la empleada de 52 años. «Trabajamos a tiempo completo, pero no es bastante, debemos rechazar contratos y decir no a los nuevos clientes», lamenta.

Su trabajo ya no es la importación-exportación, sino la gestión concreta y de emergencia del Brexit, estimó. A su vuelta del puente de Navidad, Karen Strand amplió su pequeña oficina en la ciudad, donde trabajan 10 empleados, y reclutó a un equipo de 10 interinos a los que forma rápidamente, e improvisando, sobre las cuestiones de los formularios de aduanas. «No contamos con ninguna información segura. El gobierno es muy lento comunicando», declaró.

Del acuerdo comercial concluido in extremis la víspera de Navidad y que puso fin al interminable culebrón del divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea, queda un documento de casi 1.000 páginas, de tal nivel técnico que Karen Strand estima que se necesitarán «semanas, incluso meses, para entender cómo traducirlo concretamente».  Fuente: AFP/El Intransigente