Por: Nicolás Soldatich

La macroeconomía y el comercio exterior tienen una estrecha relación de conveniencia y de correlación en ambos sentidos, las variaciones de los precios de los bienes en el comercio mundial siempre hacen necesarias correcciones macroeconómicas, y las correcciones macroeconómicas derivadas de los problemas locales (décit fiscal, inflación, desempleo, etc.) siempre afectan el comercio exterior del país que se ve obligado hacerlas.

La restricción externa, es una de las enfermedades recurrente de nuestra economía, muy estudiada por el estructuralismo latinoamericano con exponente en nuestros país como Raul Prebisth y Aldo Ferrer, al que tuve el placer de tener como profesor en mi época de estudiante de economía en la UBA, entendiéndose a la a restricción externa, como el límite al crecimiento impuesto por la insuficiencia de divisas.

El análisis de sus causas y las propuestas de política económica para superarla han sido muy diversas, sin embargo las causas que la provocan en su mayoría están asociadas al problema estructural derivado de los déficits comerciales recurrentes, que ayudados por un creciente déficit fiscal, terminan en un endeudamientos que descascara toda posibilidad de crecimiento de la economía, algo que robustece la afirmación de que sin comercio exterior no hay país viable.

Esta afirmación y la relación existentes en entre la variables macroeconómicas, y el comercio exterior, hace que se ponga especial atención a su comportamiento, no solo evaluando el efecto precio, sino también el efecto cantidad, y con referencia a esto, la irrupción del índice que actividad fluvial y marítima desarrollado por la prefectura naval argentina brindo la posibilidad de estudiar el comportamiento del comercio exterior (exportaciones e importaciones) en toneladas, aprovechando el hecho que el 90% del comercio se transporta por barcos.

Durante el último año y sobre todo estos últimos tres meses el comercio exterior en general (septiembre, octubre y noviembre) ha tenido una fuerte caída interanual (-23,71%, -26,81%, -35,97%) de las toneladas generales transportadas (cargas y descargas), pero cuando nos centramos en las cargas (exportaciones) con referencia al mismo período y en forma interanual para evitar estacionalidades, las caídas fueron de (-22,76%, -27,74% y -42,27%), dado que las exportaciones explican más del 88% del comercio exterior, y que su ves, más del 90% de las exportaciones están explicadas por la Agricultura (B. Primarios) y Alimentos (MOA), si desagregamos el análisis en el mismo período y en forma interanual, en el caso de la agricultura la misma cayo (-23,11%, -33,46%, -56,73%), sin embargo cuando revisamos los alimentos (MOA) los mismo cayeron (-0,88%, -2.48%, -5,41%).

Las caídas del comercio exterior y en particular de las exportaciones, se deben a la caída de los productos primarios, en donde la argentina no solo tienen ventajas comparativas y competitivas, sino que los precios de los granos en los últimos meses han subido, por lo tanto, lo único que explica dicho fenómeno que no se ve reflejado en los datos del Indec en millones de dólares, pero si explican los dólares que no entran en el BCRA, la perdida de reservabas por importaciones o dolarmenudeo, todo ese combo es exclusivamente como consecuencia de la política económica del gobierno, o la falta de ella.

En los últimos 65 años en nuestro país, se han sucedido procesos económicos erráticos, que solo por cortos periodos han generados ilusiones de bienestar que no se consolidaron en el largo plazo, hemos sido espectadores de políticas y planes en un lenguaje que se acerca más al arameo que a un español comprensible, intentado generar expectativas y esperanzas más que realidades, como si los interlocutores de turno “explicaran lo incomprensible al indiferente, por medio del incompetente”.

Alejandro Magno dijo una vez “Es lo mismo cortarlo que desatarlo” refiriéndose al nudo gordiano, psicológicamente la interpretación se refiere a una dificultad que no se puede resolver, a un obstáculo difícil de salvar o de difícil solución o desenlace, en especial cuando esta situación solo admite soluciones creativas, esa es la encrucijada a la que se enfrenta la economía argentina, un laberinto gordiano que se acerca año tras año al colapso o al abismo.

Nuestro país cerro este año una negociación por su deuda externa en bonos en muy malos términos, y los resultados no fueron mejores, la carga de pagos que no podíamos pagar en el 2020, la tendremos que pagar en el 2028, pero los vencimientos importantes de la deuda comienzan en el 2025, por lo cual, tenemos cinco años para arreglar la economía, el 2021 ya no tendrá muchas sorpresas más allá de una tenue recuperación como fruto de la cuarentena que por mérito de una política económica integral, con una inflación (que es la madre de los males) cercana al 50%, lo que es una tremenda limitante a cualquier intento de política keynesiana, ya sea por expansión monetaria, baja de la tasa de interés, aumento del gasto público, subsidios, etc. … la distorsión de precios es tal y estructural, que solo acelerara los procesos de deterioros, con pequeños calores que podrán hacer algún que otro corto verano.

A la deuda refinanciada, se le deberá anexar en promedio u$s 20 mil millones por año de emisión de nueva deuda en el mercado local (ya que nadie nos prestara en el mundo donde se registran tasas bajísimas que en muchos caso son cercanas a 0%) para financiar los programas de gasto público de los próximos años y el vendito décit fiscal primario que rondara el 9% en 2020.

El mundo ideal que supo experimentar la argentina por un corto período, superávit fiscal, tipo de cambio alto y superávit comercial deber ser siempre la cumbre a la que deberíamos caminar, con referencia a este ultimo de esos tres pilares (superávit comercial que se debe dar no solo en millones de dólares, sino por crecimiento exponencial cuantitativo de los bienes y servicios) el Índice de actividad fluvial y marítimo nos permite calcular el valor de las toneladas importadas e importadas, que en el mes de octubre nos muestra que importamos por un valor de u$s 3.169 y exportamos por un valor de u$s 578, como resultante, debemos exportar más de 5,4 millones de toneladas para importar una tonelada de productos que mayormente son insumos industriales y bienes de capital.

Si hacemos el mismo calculo con referencia a los productos agrícolas que representan el 46,24% y alimentos 38,37% de los exportados, encontramos que en el caso de los primeros el valor de la tonelada es de u$s 240 y los segundos u$s 733, recordando  que estos son fruto de la industrialización de los productos primarios y muestra la importancia del desarrollo industrial en todos  los niveles para la argentina.

Por todo lo expuesto, si en los próximos cinco años, las exportaciones no crecen más del 50%, el PBI cercano al 40%, el equilibrio fiscal llega en no más de dos años, las inversiones privadas no crecen en promedio el 40%, la infraestructura en 30%, si no se reforma el sistema bancario y se lo coloca en función de la producción y la construcción, y si no se lleva adelante una proceso de desarrollo industrial de sustitución de importaciones de bienes intermedios y de base, un default en el período 2026-27 será el menor de los males que deberemos enfrentar.  Fuente: Transport & Cargo