El déficit en el transporte mundial de mercaderías producto de la pandemia está causando desabastecimiento e inflación a nivel mundial.

 EDUARDO G. PETETTA (*)

Durante la pandemia del COVID-19, ya hemos escrito varios artículos sobre los aumentos de tarifas, que los fletes internacionales se dispararon, que los confinamientos en distintas partes del mudo provocaron cuellos de botella operativos para el despacho de buques y aeronaves por falta de personal.

También nos referimos al desplome de la oferta de bodegas para la carga aérea a causa del cierre de las fronteras con el consecuente derrumbe del turismo. Servicios suspendidos o líneas aéreas que quebraron y dejaron de existir. Cargas listas para volar sin poder encontrar espacios disponibles. Si llegara a conseguir espacio el precio será tres y hasta cinco veces mayor del que se pagaba antes de la pandemia.

Las cargas por vía marítima también sufren demoras por la escasez de equipos, la reducción las frecuencias de los buques por congestión en distintos puertos del mundo. Y claro está con tarifas a niveles que llegan a superar al Cometa Halley.

También fue afectada la cadena logística local a nivel mundial. Falta de choferes, falta de insumos, repuestos que no llegan por las demoras en la logística. Todo colapsado, demorado.

Tampoco se quedó afuera el transporte terrestre dentro del Mercosur de importación y exportación, la reducción exponencial en los volúmenes de carga entre el tráfico entre Brasil y Argentina ha provocado que las empresas de transportes brasileras prefieran el tráfico chileno desviando unidades hacia ese tráfico, la consecuencia es grandes demoras para las cargas de importación y exportación y aumento de los valores de las tarifas.

El Puerto de Buenos Aires, para la mayoría de los tráficos de importación, dejó de ser servicio directo para pasar a ser con trasbordo vía puertos brasileros como Santos, Paranagua, Salvador y Río de Janeiro. Para otros tráficos la escala puede ser Algeciras o Montevideo, lo que lleva a incrementar los tiempos de tránsito y de espera en puertos intermedios.

Teníamos la esperanza de que pronto un nuevo horizonte fuera más claro, la pandemia dejara de existir y todo retornando a la normalidad. Lejos de ocurrir esto, se sumaron las huelgas en puertos y aeropuertos, la temporada de tornados en China hizo de las suyas generando una congestión de hasta 300 buques nunca antes vista.

La exportación en Argentina tampoco está exenta de este nuevo contexto afectando seriamente el preciado ingreso de divisas que hoy tanto necesita nuestro país. Treinta días de antelación es el plazo mínimo para pedir una reserva para un contenedor estándar de 20 o 40 pies y, si usted tiene la fantasía de querer exportar un producto perecedero con un equipo refrigerado el plazo para solicitar la reserva es mayor.

La prolongación de los tiempos de tránsito y los aumentos exponenciales de tarifas están causando desabastecimiento e inflación a nivel mundial. Los gobiernos  se encuentran avocados a paliar esta situación, aunque no encuentran soluciones disponibles de corto plazo.

Los paradigmas han cambiado y nosotros debemos adaptarnos a esta nueva realidad para no quedar fuera del mercado. Hoy el escenario es distinto y estamos aprendiendo a convivir con él. Las demoras son moneda corriente, las cancelaciones, roleos, buques que cambian de ruta, congestiones, trasbordos con estadías prolongadas, vuelos cancelados, tiempos de tránsito para embarques vía aérea desde China llegan, en algunos casos, a los 20 días. Este ejemplo es solo una muestra para enumerar algunas situaciones cotidianas con las que lidiamos día a día los que operamos en comercio exterior.

Como conclusión de este relato, viene a mi cabeza la imagen de El Arca de Noé minutos antes del diluvio universal.

Es válido cerrar desando otra vez que el próximo año la situación tienda a mejorar y que todo fluya y mejore para todos.

(*) Licenciado en Comercio Exterior y socio de Green Log SRL.

Fuente: Transport & Cargo, El Cronista