La obra lleva 20 años y busca ensanchar y darle mayor profundidad al río que atraviesa la provincia de Buenos Aires. En definitiva, se trata de adelantar el trabajo que la propia naturaleza se encargaría de hacer a lo largo de miles de años. El objetivo final es mitigar el impacto de las inundaciones y recuperar unos 8,5 millones de hectáreas productivas.

Con 18 dragas que trabajan día y noche, la compleja obra de dragado del Río Salado tuvo avances importantes en el último año. Los trabajos actuales se enfocan en la etapa 4 que -con unos 212 kilómetros de extensión- es el tramo más complejo para intervenir. Allí, dragas, retroexcavadoras y camiones avanzan de manera coordinada para ganar cauce y profundidad. A esa altura del río opera una UTE conformada por las constructoras Queiroz y Centro.

La vista desde el helicóptero permite tomar dimensión de la inmensidad de los trabajos. Las dragas de corte apuntan su cabezal giratorio contra el lecho del río y unas poderosas bombas centrífugas envían la mezcla de tierra y agua hacia el exterior.

El trabajo es armónico y se complementa con retroexcavadoras y camiones que operan en otros puntos del río. El agua se desplaza alrededor de las máquinas, baja sin prisa en dirección al mar y encuentra su camino en canales provisorios hasta que se complete el nuevo cauce.

Los millones de metros cúbicos de barro que succionan las dragas van a parar a los recintos, unos gigantescos piletones construidos con murallones de tierra por retroexcavadoras donde las mangueras de las dragas vierten el barro que extraen del río.

Por un proceso de decantación, el agua se va filtrando de esos piletones y vuelve al río. A lo largo de semanas solo quedará tierra muy favorable para el cultivo. A la vista se ven como mesetas al costado del río que con el paso de los días se volverán una opción para la siembra y un refugio de altura para el ganado en caso de crecidas. Con el barro que se extrajo del río ya recuperaron más de 1.200 hectáreas en recintos planificados.

Algunos datos históricos para dimensionar la obra: en 1859 el Canal de Suez fue el primer canal artificial navegable realizado con máquinas excavadoras. Se quitaron 50 millones de metros cúbicos de tierra a lo largo de 163 kilómetros. Otro caso: en Panamá se sacaron 183 millones de metros cúbicos de tierra a lo largo de 80 kilómetros para unir el océano Pacífico con el Atlántico.

La obra del Salado supera por lejos esas obras emblemáticas, toda vez que hasta el momento se llevan excavados casi 265 millones de metros cúbicos de tierra con una inversión que ronda $11.000 millones financiados por el gobierno nacional y el Banco Mundial.

“Lo que se trata de hacer es acelerar a la naturaleza, ayudarla para mejorar la red de drenaje de la cuenca. Lo que estamos haciendo de manera antrópica iba a suceder en forma natural pero dentro de miles de años”, asegura el subsecretario de infraestructura hidráulica, Guillermo Jelinsky.

Una cuenca de 17,5 millones de hectáreas. El ‘Salado del Sur’ nace en Teodolina, un pequeño pueblo del sur de Santa Fe, casi sobre el límite de la provincia de Buenos Aires. Desde allí vivorea con dirección sudeste para desembocar entre las dunas y cangregales de la bahía de Samborombón.

Se trata de un cauce natural que drena que una superficie equivalente al 60% del territorio de la provincia, esto es más de 17 millones y medio de hectáreas. El agua baja con calma por una tenue pendiente en un serpenteado cauce hacia el mar. La diferencia de la altura entre su nacimiento y la desembocadura es mínima: apenas unos 70 metros en sus 640 kilómetros de recorrido. Fuente: La Política On Line