Tanto en la obra de dragado y señalización como en la carga que transita por la vía de navegación troncal del río Paraná, el estado nacional realiza una permanente y férrea tarea de contralor.

Por AGUSTIN BARLETTI

 Desde distintos sectores y en todos los niveles se escucha decir que a la hidrovía no la controla nadie. Ese brutal error de concepto en el que incluso cayó el propio presidente Alberto Fernández, menosprecia la ardua labor que día y noche llevan a cabo una infinidad de trabajadores estatales. Los procedimientos, instituidos en el contrato de concesión de 1995, se vienen llevando a cabo de forma ininterrumpida y demuestran que el estado no resignó un ápice de su estratégico rol de control.

El primer control se realiza sobre la obra en sí: se fiscalizan las profundidades y todo el balizamiento con inspecciones durante las 24 horas. De día se constata que las boyas y balizas estén en la ubicación precisa, y de noche que la luminaria sea la correcta, que titilen cada ciertos segundos, etc. Estas inspecciones de balizamiento se llevan a cabo entre dos o tres veces a la semana y las realiza personal de la Dirección Nacional de Vías Navegables dependiente de la Subsecretaría de Puertos, Vías Navegables y Marina Mercante del Ministerio de Transporte. Los funcionarios se embarcan para tal fin en buques de la Prefectura Naval Argentina.

En cuanto al dragado, el mayor control lo realizan los mismos buques que transitan por la hidrovía. Un camión puede esquivar un pozo en una ruta, pero un barco no. Si no estuviera bien dragado los barcos se quedarían varados. De todos modos, el contrato obliga a la concesionaria a presentar cuatro batimetrías completas de toda la ruta navegable cada año. En dicha oportunidad, los funcionarios de la Dirección Nacional de Vías Navegables recorren toda la hidrovía para certificarla en un trabajo que puede durar más de una semana. Pero esto no es todo, el contrato también la brinda al estado la potestad de pedir un control donde quiera y cuando quiera. Y lo hace constantemente, sobre todo en tiempos en los que el río está bajo.

Otra fantasía tiene que ver con que una hidrovía concesionada a los privados posibilitaría que los buques transporten cargas no declaradas o de contrabando.

Los concesionarios de las rutas nacionales no controlan lo que llevan y traen los camiones que por allí transitan. Lo mismo sucede en la vía navegable con relación a los buques.

No es cierto que sale carga no declarada porque la hidrovía no está en manos del estado. Lo importante es lo que entra y sale de las terminales portuarias y allí están los funcionarios estatales de la Aduana para llevar a cabo ese control.

En todas las terminales portuarias hay una oficina de Aduana. Este organismo, y no el concesionario, es en definitiva el que controla.

Otro organismo clave es el Centro de Control de Tráfico (Contrase) a cargo de la Prefectura Naval Argentina. El sistema actualmente en servicio tiene una cobertura desde aproximadamente el par de boyas 15 del Canal Punta Indio y abarca en su totalidad el canal Intermedio, Paso Banco Chico, zona de espera para el embarco y desembarco de prácticos, canal Martín García, canal de acceso al puerto de Buenos Aires, canal Norte, canal Sur y canal Ingeniero Emilio Mitre. Cada buque que circula por la hidrovía debe declarar ante el Contrase con qué tipo de carga va a zarpar, cuántas toneladas lleva cargada, qué calado tiene y su destino. Con la tecnología satelital disponible, e inspecciones diarias, la Prefectura desde el Contrase, completa la tarea de control aduanero.

Fuente: Transport & Cargo, El Cronista