Arquitectura, artes visuales, audiovisuales,  artesanías, cine, videojuegos, moda, música, TV y software son algunos ejemplos.

Hoy en día existen certezas constatadas de que el mundo del conocimiento y la creatividad son grandes movilizadores de la economía global, del desarrollo creativo y cultural de los países.

Asimismo, el contexto de la pandemia ha despertado nuevas iniciativas e ideas para ayudar a desarrollar el sector, y el año 2021 ha sido declarado por Unesco como el Año Internacional de la Economía Naranja y el Desarrollo Sustentable, evidenciando la necesidad de que todos los sectores continúen acompañando el potencial del sector.

La arquitectura, las artes visuales, audiovisuales y escénicas, artesanías, cine, diseño, editorial, investigación y desarrollo, juegos y juguetes, moda, música, publicidad, software, TV y radio, y videojuegos son algunos de los sectores que forman parte de la Economía Naranja, entendida   como “…el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios, y cuyo valor puede estar basado en la propiedad intelectual.” (Buitrago y Duque, La Economía Naranja. Una oportunidad Infinita”, BID, 2013). 

Por sus características las industrias creativas y culturales son capaces de generar empleo,  riqueza y de provocar impacto social y económico.

Antes de la pandemia, el comercio de bienes y servicios creativos  había llegado a un crecimiento de  las exportaciones de un 134%, según la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (2012); generaron globalmente un total de 547.000 millones de dólares  y 29,5 millones de empleos, y seguía creciendo  (EY. Cultural Times The first global map of cultural and creative industries, 2015.).  

En 2017,  las industrias creativas representaron más del 3% del PBI de la Argentina (SINCA). 

El diseño, la edición de libros y la producción audiovisual en nuestro país fueron los sectores con mejor desempeño en 2016 (según la UNTAD), seguidos de  la moda, la arquitectura, el diseño industrial, de interiores y urbano; además, Argentina  se encuentra en el ranking global de los 5 mayores exportadores de formatos y guiones, junto a los Estados Unidos, Gran Bretaña, España y Colombia. 

Existen cientos de casos de emprendimientos nacidos en América Latina  y el  resto del mundo que son ejemplo de innovación y creatividad: quién iba a imaginar hace unos años, que de la técnica ancestral de las mujeres tejedoras aimarás iba a crearse un dispositivo único para ayudar a niños que sufren cardiopatías congénitas; o  que Popular de Lujo (Colombia) crearía una plataforma digital encargada de promover la investigación y divulgación de la gráfica popular latinoamericana (avisos, carteles, letreros de autobuses, murales, etc.); o que  Ánima Estudios (México) sería la primera productora de una serie original para Netflix en Latinoamérica; o que Asociación Proyecto Ewa (España) con su plataforma promocionara el arte y  la cultura urbana en las ciudades a través de acciones, jornadas y eventos, en contacto con artistas internacionales; o que en Argentina Cmax System (Argentina) construyera un sistema de refugios de emergencia que provee albergue de modo casi inmediato ante una crisis, o que Santa Fe se esté posicionando como centro del diseño, o Mendoza sea foco en los temas de multimedia y de cinematografía. 

Con este modelo, en términos de Alejandra Luzardo, autora de Economía Naranja: Innovaciones que no sabías que eran de América  Latina y el Caribe (Bid, 2017) se traza un círculo virtuoso  donde “ ganan  valor las ciudades, los oficios multidisciplinarios, la descentralización del talento y el resto de las industrias más tradicionales, que se ven influidas por la innovación. 

Ocurre en parte, porque las industrias creativas traen innovación en diseño, arquitectura, desarrollo de software, que se  transfiere hacia otros sectores como la educación, la salud, el medio ambiente o el transporte.

En otras palabras, la economía naranja implica convertir el talento en  crecimiento económico a través de proyectos que conviertan las ideas en acciones productivas, fomentando la creatividad, las habilidades y el ingenio de los emprendedores, siempre respetando  y tomando la propiedad intelectual como eje vertebrador.

En este contexto, y ante esta necesidad de pensar en nuevos formatos de integración y fomento del desarrollo creativo, el régimen de las Zonas Francas aparece como un agente facilitador para la generación de programas de internacionalización para el sector creativo y cultural a los fines de que sus empresas puedan acceder a nuevos mercados internacionales. 

Para ello, en primer lugar, es necesario que se lleve adelante un proceso de identificación de los componentes y actividades del ecosistema de valor creativo y sus potencialidades en el Sudoeste Bonaerense, vinculando a los distintos actores a través del Observatorio de Zona Franca, lo que permitirá establecer vínculos entre los creadores, los bienes y servicios creativos, el desarrollo económico potencial y sus proyecciones en las zonas francas.

La gran oportunidad consiste en que las industrias culturales y creativas saquen mejor provecho de lo que les ofrece la tecnología. Según el BID, “es indispensable que se invierta más en STEM (Science, Technology, Engineering & Mathematics) + Art = STEAM, para poder seguir innovando”.

Por eso en una economía global en las que las barreras de entrada propias de las tecnologías están dominando el mundo, el talento, la creatividad y la propiedad intelectual constituyen un valor y expresión y son sin duda, una herramienta de progreso para un país como Argentina y una región como la del Sudoeste Bonaerense. Fuente: La Nueva