Los altos costos de mantenimiento y la desaparición de un mercado de segunda mano son las espadas de Damocles sobre los barcos más veteranos
La crisis del coronavirus amenaza a toda la industria de los cruceros, pero uno de sus flancos más débiles son las embarcaciones con varias décadas de vida, viejos lobos de mar que tienen pocas oportunidades para escapar del destierro y posterior desguace.
Carnival se despide de seis cruceros
El grupo Carnival Cruises había anunciado semanas atrás que se desprendería de seis de sus barcos para ajustar la organización frente a cuatro meses de paralización de las operaciones, y con al menos dos o tres meses más de inactividad.
Este conglomerado que agrupa a nueve marcas no informó cuáles serán los seis barcos que dejará de operar, pero diversos expertos consultados por Travel Weekly aseguran que serán embarcaciones con más de 20 años de servicio y que su destino casi seguro será la reconversión como chatarra.

Una de las filiales de Carnival, Costa Cruceros, tomo una decisión similar al anunciar que el Costa Victoria dejaría de pertenecer a la naviera.
Este barco, que fue botado hace 23 años y cuenta con una capacidad de casi 2.000 pasajeros, fue vendido al grupo San Giorgio del Porto, indican medios especializados
Su destino tiene dos caminos: ser utilizado como hotel flotante para los trabajadores de astilleros en Italia o Francia o ser desarmado en caso de que no encuentre comprador.

El triste destino de los barcos de Pullmantur
La compañía de cruceros española Pullmantur, que la semana pasada se declaró en bancarrota, tiene tres barcos que seguramente realizarán su último viaje hacia Turquía.
Pero no será un crucero de placer: los tres barcos se destinarán a Aliaga, una ciudad del Mar Egeo famosa por sus astilleros especializados en desarmar embarcaciones que no volverán a navegar.
Los tres barcos condenados al funesto destino son el Horizon, construido en 1990 y con una capacidad de 1.828 pasajeros; el Monarch, de 1991 y capaz de llevar a 2.850 personas; y el Sovereign, de 1988, con la misma capacidad, pero que cuando fue presentado bajo el ala de Royal Caribbean se coronó como el mayor crucero del mundo.
30 barcos dejarán de navegar
“La mayoría de los cruceros antiguos serán desguazados”, aseguró Peter Shaerf, director gerente de Ama Capital Partners, una firma de inversiones enfocada en el mercado marítimo a Travel Weekly.
“En el próximo año o año y medio unos 30 barcos serán enviados a los astilleros para ser desarmados”, agregó.
“Mientras que haya barcos más jóvenes a la venta, las embarcaciones más antiguas son muy difíciles de colocar en el mercado”, explicó el analista de UBS Robin Farley.
Cuando alguna de las grandes navieras se desprendía de cruceros que habían navegado por más de 30 años eran comprados por compañías del Caribe o Asia para viajes más breves.
Pero algunos países como China cuyo mercado creció rápidamente en los últimos años, dejó de ser un depósito de barcos veteranos y se convirtió en un destino de cruceros nuevos.
Altos costes de mantenimiento
Para colmo el coronavirus paralizó a toda la industria, tanto a los grandes grupos como a las navieras más pequeñas, que no solo afrontan el problema de no tener dinero para comprar barcos, sino que tampoco cuentan con fondos para renovarlos.
Como sucede con los coches, los gastos de mantenimiento son más altos conforme la nave es más antigua.
“La factura del combustible en cruceros pequeños es igual a la de los barcos más nuevos pero que pueden cargar el doble de pasajeros”, precisó el historiador de cruceros Peter Knego.
Además de los tres cruceros de Pullmantur, los seis barcos de Carnival y el incierto futuro del Costa Victoria, Knego predice que otras víctimas de la crisis pueden ser el Costa Neo Romantica (botado en 1993), el Maasdam (1993) y el Veendam (1996) de Holland America Line, el Sea Princess (1998) de Princess Cruises; así como cualquiera de los ocho miembros de la familia Fantasy, de Carnival Cruises, inaugurados entre 1990 y 1998.
Otro factor que condena a los buques más veteranos es el coste de reactivarlos. Además de los salarios de la tripulación y los técnicos, las embarcaciones que descansan en agua salada tienen que ser pintadas, reparadas y sus motores deben ser mantenidos periódicamente para evitar su degradación.
Si volver a ponerlos en marcha implica un gasto mayor que dejarlo inactivo, y no hay un futuro viable para recuperar la inversión, a los cruceros más veteranos no les quedan muchas opciones de supervivencia. Fuente: Cerodosbe