Con más de 12 años a bordo, la Capitán de Ultramar Flavia D. Araoz, dialogó con Transport & Cargo y resaltó que la soledad la llevó a crecer muy rápido y a madurar lo suficiente para poder adaptarse a la vida a bordo

Por Agustín Barletti

– ¿Cómo decidió entrar en esta industria que está mayormente manejada por hombres?

-Estaba finalizando mis estudios secundarios, cuando alguien se me acercó y me habló de esta carrera tan particular. Creo que en ese momento estaba tan entusiasmada con todo lo nuevo y aventurero que sería para mí, que no me di cuenta de que ingresaba a un lugar operado mayormente por hombres.

Al tiempo supe qué hacía muy pocos años que la figura de la mujer era incorporada en las instituciones de estudios y, por ende, comenzaba a aparecer en los barcos, por lo que me genero muchísima satisfacción y a la vez una gran incertidumbre por saber que posiblemente me toque ser la única mujer a bordo. En mi carrera profesional ya llevo más de 12 años navegando, en diferentes clases de buques mercantes y bajo diversas navieras, y en muy pocas ocasiones comparto el embarque con una colega mujer.

– ¿Qué barreras tuvo que derribar? 

Quizás parece un poco raro, pero tuve que derribar más barreras internas que aquellas que las que muchos creen que hay que derribar por estar en esta actividad.

Acá uno aprende a estar solo, porque más allá de que hay un equipo de trabajo, no debe confundir de que simplemente es eso, un grupo en el que cada uno cumple una función determinada. La familia y nuestros seres queridos están lejos, y no siempre hay señal telefónica o wifi. Esa soledad me llevo a crecer muy rápido, a madurar lo suficiente para poder adaptarme a la vida a bordo ya que no siempre los embarques son de uno o dos meses, a veces llegan a ser de cuatro a cinco meses o más. 

Nunca sentí que ante mí hubo un obstáculo por ser mujer, en realidad la mayoría de los hombres fueron muy atentos, respetuosos y considerados conmigo. Tuve la suerte de conocer a mis grandes mentores, ellos me han enseñado muchas cosas del oficio y de la vida.

Uno de los mayores obstáculos que tuve en su momento fue mi edad. A los 27 años logre alcanzar un ascenso muy importante, y eso me llevo a que de repente tuviera a varias personas a cargo a las que debía decirles qué hacer y cómo. A veces las personas más grandes son las más reacias a llevar adelante el lineamiento de alguien mucho más joven. 

– ¿Se notan avances este último tiempo respecto a una mayor presencia y reconocimiento de la mujer en la actividad? 

– Hay un gran porcentaje de mujeres que elige esta actividad. Cada vez somos más las que integramos esta gran familia, no solo como oficiales de cubierta la cual es mi especialidad, sino también oficiales maquinistas, marinería y maestranza. 

En este punto no puedo dejar de resaltar que en estos últimos años se incorporaron varias mujeres al sector de la pesca. En esa clase de barcos la habitabilidad suele ser muy precaria al igual que las condiciones de trabajo, sumado a que es un ambiente más pesado por la propia actividad del barco.

– ¿Qué temas faltan aún resolver para consolidar la participación de la mujer en esta industria? 

– Todavía cuesta un poco que las mujeres lleguen a los altos mandos de un buque. Son pocas las chicas que hoy en día despachan de primer oficial y mucho menos de capitán o jefe de máquinas. Lamentablemente aún quedan empresas navieras que por diferentes motivos no les dan la oportunidad de ocupar ese rol. Fuente: Transport & Cargo