Por  Jan Kok- Buenos Aires

En las agendas estatales la transición de combustibles fósiles a aquellos que minimicen o excluyan las emanaciones que afectan la ecología planetaria es un hecho del que se habla, en el mejor de los casos y con perspectivas optimistas para el año 2050. Esto deja un paréntesis de 30 años en que los combustibles fósiles van a seguir siendo relevantes, y dentro de éstos, el gas es seguramente el menos contaminante, mismo con las deficiencias (mejorables) en su extracción, transporte y uso. El gas está sustituyendo a pasos agigantados al carbón como combustible para generación eléctrica, demostrado por la enorme y creciente demanda que se ve ya en la actualidad y ha llevado a los precios del gas natural licuado (GNL) a, hasta hace poco, impensables. Pese a esto y considerando los plazos necesarios para cambiar la estructura mundial de generación y consumo de combustibles, el GNL crece vertiginosamente y hay actualmente proyectos consolidados para 73 millones de toneladas anuales adicionales para un futuro cercano equivalente al 20% del volumen comercializado en la actualidad. Tal es el crecimiento que los astilleros casi no dan abasto en construir los buques metaneros necesarios para satisfacer esta demanda adicional.

La Argentina tiene el recurso más importante para ser parte de esta bonanza de relativo corto plazo: reservas comprobadas de gas gigantescas. Siempre escucho de lo rica que es la Argentina, a lo cual siempre respondo: lo rica que podría ser si se explotara lo que tiene en potencia.

En la actualidad la excusa es que el país tiene exceso de gas en verano y faltante en invierno lo que es verdadero. Con ese pretexto, en cualquier escenario se produciría un desfasaje entre verano e invierno en la producción que, en este tipo de actividad, no es posible o, en su caso, rentable. Pensar en tomar personal para explotación por seis meses y el resto del año devolverlos a sus hogares es absurdo e inviable desde todo punto de vista. La única salida es desarrollar una política de estado que apunte a exportar el gas (por ductos o en forma de GNL) en volumen tal que la demanda del mercado interno sea un factor secundario. En términos comparativos el país produce el equivalente de más o menos 1,5 a 2 buques metaneros diariamente. Con un incremento de la producción del 20% se podría exportar un metanero cada aproximadamente 7 días y, de ser necesario, ocasionalmente sustituir una exportación con una venta al mercado interno (ahorrando transporte, regasificación, etc.).

Esto puede ser (¿o es) determinante para las arcas públicas argentinas. Si Argentina tuviera que importar el año 2022 la misma cantidad de GNL (56 buques), en vez de pagar u$s 1.100 millones tendría que erogar, en un caso optimista, u$s 2.500 millones y en uno pesimista (por ejemplo, a valores del día de hoy) u$s 3.300 millones. Solamente la diferencia de precio (para no hablar que la importación es siempre más cara que la producción local) hace que el ahorro automáticamente pueda financiar las obras de infraestructura necesaria. 

He publicado varios artículos sobre la importancia de una política de estado que trascienda un período electoral para permitir el desarrollo del potencial de producción de gas en Argentina. 

No hace falta ser adivino para concluir que el principio básico y piedra fundamental es una política clara, estable, inamovible y, preferentemente blindada para que no sufra vaivenes y permita inversiones independientemente de la coyuntura que esté atravesando o vaya a atravesar el país. Este tipo de políticas no siempre son recibidas con entusiasmo por todos los actores, pero de existir, generarían las bases para inversiones por la generación de competencia de buscar un mercado demandado mundialmente. Solamente Brasil tiene proyectadas 13 nuevas terminales con 37 millones de toneladas anuales de capacidad de importación.

El desafío tiene la particularidad que genera resultados, no solo en el largo plazo, también en el inmediato. Además, una ventaja que no tiene ribetes ideológicos, solamente lógicos.  Fuente: Transport & Cargo