Paloma Loewenthal, presidenta de la Cámara de Buques de Bandera Argentina, remarcó el rol cada vez más destacado que tienen las mujeres en la actividad fluvio marítima y portuaria.

Por AGUSTIN BARLETT

Activa participante del grupo de Mujeres Maritimistas, Paloma Loewenthal pasó por todas las etapas dentro de su carrera profesional. Desde tener dificultades para ingresar a un puerto por su condición femenina hasta el actual reconocimiento de autoridades y empresarios.

¿Cómo decidió entrar en esta industria que está mayormente manejada por hombres?PUBLICIDAD  

Yo no decidí, la vida se encargó de hacerme entrar en esta industria, pero en dos tiempos:

Un primer tiempo, trabajando con mi padre en tareas de inspección de cargas de todo tipo de acero para exportación desde los distintos puertos de Argentina. También inspeccionar las cargas de importación, como azufre y bobinas de acero.

En ese entonces, años 80, las mujeres no estaban autorizadas a ingresar a los puertos, pero siempre conseguí romper esa regla gracias a los gerentes de las distintas plantas. Lo increíble es que no te permitían ingresar a los puertos, pero luego no decían nada si te subías a los buques, algo que por lógica había que hacer para revisar el piso de la bodega, y ver si tenía la resistencia correcta de acuerdo al tipo de acero que la planta iba a cargar.

No era así en los puertos de Brasil, donde nunca tuve ningún problema para ingresar a controlar que se cargaran los caños en forma apropiada.

El segundo tiempo arrancó en 1997, cuando pasé a trabajar en el río como Relaciones Institucionales con la empresa ACBL Hidrovías S.A. de transporte fluvial por empuje, la principal empresa de transporte fluvial del Mississipi. El desafío fue muy fuerte porque trajeron un cambio total de navegación fluvial con convoyes de 25 barcazas más remolcador. Utilizando instrumentos podían navegar 24 horas al día los 365 días del año.

¿Qué barreras tuvo que derribar?

Lo más difícil fue conseguir que les permitiesen a las mujeres a ingresar al puerto de carga. En una ocasión tenía que inspeccionar una carga de alambrón en el puerto de Acindar, me paró un policía en la entrada impidiéndome ingresar al puerto, le pedí que llamara al gerente del puerto. Llegó el gerente y le dijo al policía, que yo era la dueña de la carga de alambrón que se estaba cargando en este momento, y que, si no me dejaba pasar, habría que bajar toda la carga del buque. Así fue como pasé.

En un viaje a la Argentina, un comprador norteamericano de acero, estuvo discutiendo una hora con el fabricante por una diferencia de 10 dls/tons. Escuché sin abrir la boca hasta que me cansé y les dije que discutían por ese monto cuando el fabricante podría ahorrarse 20 dls / tons si cargaba los camiones en la planta de acuerdo al B/L y de esa forma se podría cargar el buque directo del camión sin ningún paso previo. Me miraron como si escucharan un ovni, pero a partir de ese momento no solo les compraba las barras de aceros especiales, sino que tenía que armar la carga de los camiones. Conclusión, las mujeres no somos tan tontas como pretendían hacernos creer.

¿Se notan avances este último tiempo respecto a una mayor presencia y reconocimiento de la mujer en la actividad?

Diría que no tengo problemas actualmente, la presencia de la mujer en la industria ya es reconocida como valiosa y tanto la Prefectura Naval Argentina como las autoridades de turno escuchan nuestras solicitudes con mucha atención.

¿Qué temas faltan aún resolver para consolidar la presencia de la mujer en esta industria?

Al ser escuchadas y aceptadas nuestras propuestas como validas, entiendo que el camino ya está abierto a fin de mejorar el dialogo.

Fuente: Transport & Cargo, El Cronista