El puente internacional Paso de los Libres Uruguaiana sufre un abandono lamentable por escaso mantenimiento. El Centro de Frontera también padece la falta de manutención y limpieza.

Por Delia Raquel Flores (*)

El Puente Internacional “Agustín P. Justo – Getúlio Vargas”, conocido como Puente Internacional Paso de los Libres – Uruguaiana, comenzó a construirse en 1942 luego de siete años de la decisión tomada en conjunto entre ambos países. Tiempo que llevaron los estudios de localización, y licitación de obra entre otros pasos previos.

Es un puente automotor y ferroviario. Fue inaugurado en 1947 por los presidentes Juan Domingo Perón y Eurico Gaspar Dutra. Hasta 1997 fue el único que nos vinculaba con Brasil. Desde Argentina se accede a través de la RN 117 y desde Brasil a través de la BR 290. 

Hoy pasan por ese puente más de 1.000 camiones diarios con cargas de importación y exportación, dependiendo de la época. Son camiones que vienen desde Brasil a Argentina, y viceversa. Pero también cruzan diariamente colectivos, automóviles, personas que trabajan de un lado y del otro de la frontera: empresarios, transportistas, comerciantes, turistas, vecinos que vienen y van a comprar, a comer, a atenderse con profesionales.

La frontera tiene una dinámica especial que provoca un tránsito incesante de vehículos y de personas. Hoy, nuestro puente está colapsado y rotoso, sufre un deterioro lamentable por falta de mantenimiento (como mínimo), o demanda la construcción de un nuevo puente para cargas, como hace más de una década se viene estudiando, solicitando, proponiendo.

Pero no solamente el puente sufre el deterioro del abandono y la mala administración. También el Centro de Frontera, llamado comúnmente CoTeCar (zona primaria aduanera donde se realizan los procedimientos aduaneros y la operativa de las cargas que ingresan y egresan), sufre el abandono, la falta de limpieza, de mantenimiento. A pesar de ser una obra relativamente nueva.

Esto es consecuencia de la convergencia de diversos organismos que se entrecruzan en el mismo ámbito geográfico, situación que facilita el “tirarse la pelota” entre unos y otros, y el resultado es lo que salta a la vista: la desidia. La actividad económica que gira en torno a esa gran arteria es inmensa. Empresas han invertido en infraestructura para sus camiones y han construido grandes depósitos y almacenes, playas de estacionamiento con estructuras para albergar camiones y camioneros, estaciones de servicio, oficinas para profesionales del sector ubicadas estratégicamente a ambos lados del puente y todo lo que demanda la actividad, como también transportistas independientes que manejan su propio camión.

Todo esto significa trabajo para miles de familias. Es una gran industria. Además de las fuentes de trabajo que brindan la Aduana, Prefectura Naval, Gendarmería y Ejército; que cuidan las fronteras por tierra y por agua. Si el puente colapsara sería grave para las economías regionales de ambos países, y sus provincias (Corrientes y Rio Grande do Sul); pero también para las relaciones entre ambos países, ya que hay mucha inversión instalada en torno a esta frontera. 

Brasil trabaja con proyectos a largo plazo y cuida sus fronteras, más que nosotros. Por eso es necesario que en forma urgente se decida y se lleve a cabo entre ambos países la construcción de un nuevo puente que descomprima el tráfico por el actual. Que se imite aquella gesta de 1935, cuando, formando una Comisión Mixta, pusieron manos a la obra. 

En la actualidad, nuestro viejo puente internacional tiene casi 80 años. Hoy, este puente soporta 50 veces más de la capacidad para la que fue construido, lo cual hace que urja la necesidad de realizar un mantenimiento profundo para evitar que colapse y genere consecuencias graves para la economía de nuestro país.

Es hora de que se invierta, para mejorar y para ampliar la infraestructura que favorezca el intercambio comercial, social y turístico con nuestro principal socio regional: nuestros queridos hermanos brasileños. (*) Empresaria del transporte internacional, la logística, y despachante de aduana. Fuente: Transport & Cargo