Los tiempos del Sistema de Importación de la República Argentina son inciertos y la falta de criterio es total. Sin agilidad ni previsibilidad, se genera la ruptura del círculo virtuoso de la logística que es la rotación.

Por Eduardo Peteta (*)

La espera. Eso es lo que están padeciendo las empresas importadoras y exportadoras por sus mercaderías y los transportistas internacionales para poder completar la cadena logística.

Mercaderías que se encuentran prontas para ser despachadas en almacenes de los proveedores en origen aguardando que los compradores argentinos den luz verde para embarcar. Una luz verde que puede demorar meses en llegar a riesgo de que el proveedor destine esas mercaderías a otro comprador y perder así un precio negociado y sufrir un atraso en la reposición de stock a riesgo de caer en una parada de plata inminente o atrasos en los procesos productivos, desabastecimiento en el mercado local e incumplimientos en los envíos de exportación con la consecuencia de caer en multas o pérdidas de mercado.

A las complicaciones habituales que pueden tener las operaciones de importación, el condimento local genera una ecuación casi indescifrable para empresas importadoras y exportadoras (los exportadores también importan), transportistas, operadores logísticos, despachantes de aduana y otros actores involucrados.

La demora en la aprobación en el Sistema de Importación de la República Argentina (SIRA) es incierta, no hay tiempos establecidos de acuerdo al tipo de mercadería o por montos de las importaciones. El balde de plástico puede aprobarse en una semana y un repuesto para un equipamiento médico de primera necesidad puede demorar un mes en aprobarse. La falta de criterio es total.

El argumento central es la falta de dólares que nuestro país sufre, pero, salvo algunas exportaciones que se beneficiaron con el “Dólar Soja”, el resto de los cobros del exterior se liquidan a tipo de cambio, divisa cuya cotización es menor que el tipo de cambio oficial lo que incentiva muy poco a este sector de la economía que genera ingresos genuinos de divisas al país.

Esta falta de agilidad y previsibilidad para la aprobación de las importaciones genera la ruptura del círculo virtuoso de la logística que es la rotación. La mercadería que ingresa a depósito fiscal o terminal portuaria, se despacha y embarca. 

Eso ocurre en un país denominado normal. Aquí las importaciones no se aprueban, en origen los embarques no se concretan lo que genera que las frecuencias de los arribos se prolonguen. 

El conseguir disponibilidad en el transporte de carga terrestre consolidada (camión compartido) puede demorar hasta 20 días. La frecuencia semanal pasó a ser un espejismo del pasado. Así también se ve perjudicada la exportación por que la falta de rotación genera escasez de equipos y espacios incrementando los costos.

Soluciones en el corto y mediano plazo no se vislumbran ya que escapan a los profesionales del rubro, operadores, asociaciones y cámaras. El golpe de timón deben darlo quienes nos gobiernan y esperamos que sea pronto para que todos lleguemos a buen puerto.

(*) Licenciado en Comercio Exterior y socio de Green Log SRL

Fuente: Transport & Cargo, El Cronista